Los activos financieros son contratos que otorgan a su poseedor derechos sobre un futuro flujo de ingresos. A diferencia de los activos tangibles como bienes raíces o productos, los activos financieros representan derechos sobre el valor económico, como los dividendos en las acciones o los intereses en los bonos. Estos activos incluyen instrumentos como acciones, bonos, certificados de depósito y derivados financieros, y son fundamentales en los mercados de capitales.
Una de sus principales características es la capacidad de ser negociados o intercambiados en mercados financieros, lo que proporciona liquidez a los inversionistas. Los activos financieros pueden clasificarse según su nivel de riesgo y liquidez. Por ejemplo, las acciones de empresas emergentes pueden ser consideradas activos de mayor riesgo en comparación con los bonos del gobierno, que suelen ser percibidos como más seguros. También es importante señalar que los activos financieros no tienen un valor físico directo como una propiedad o maquinaria, pero su valor depende de la confianza y las expectativas del mercado sobre la entidad emisora y el entorno económico general.
En resumen, los activos financieros juegan un papel crucial en la distribución de capital y en la diversificación de carteras de inversión, permitiendo a los inversores ajustar sus perfiles de riesgo y retorno de acuerdo a sus objetivos financieros.