La morosidad se refiere a la situación en la que una persona o empresa no paga sus deudas o compromisos financieros en el plazo acordado. Este incumplimiento de pago puede aplicar a cualquier tipo de deuda, incluyendo préstamos, hipotecas, tarjetas de crédito o facturas de servicios. La morosidad es un problema grave tanto para el deudor como para el acreedor, ya que afecta la capacidad de acceder a crédito futuro y puede generar cargos adicionales o acciones legales.
Cuando una persona o empresa entra en morosidad, el acreedor puede imponer sanciones como el aumento de las tasas de interés, multas, o incluso llevar el caso a un tribunal para recuperar la deuda. Las empresas de crédito suelen reportar los casos de morosidad a las agencias de crédito, lo que afecta negativamente el puntaje crediticio del deudor y dificulta la obtención de nuevos préstamos o financiamiento.
Para las empresas, la morosidad de sus clientes puede ser un problema, ya que impacta en el flujo de caja y puede llevar a pérdidas financieras. Las empresas suelen tener departamentos de cobranza o recurrir a agencias externas para gestionar la recuperación de deudas pendientes.
Evitar la morosidad implica una planificación financiera adecuada, asegurándose de que los pagos se realicen a tiempo y evitando sobreendeudarse.