Una cartera de inversión es el conjunto de activos financieros que una persona o empresa posee con el objetivo de obtener un rendimiento o generar ingresos. Estos activos pueden incluir acciones, bonos, bienes raíces, fondos de inversión, entre otros instrumentos financieros. El objetivo principal de una cartera de inversión es diversificar el riesgo y aumentar las probabilidades de obtener rendimientos positivos en el largo plazo.

La diversificación es una estrategia clave en la gestión de una cartera de inversión, ya que reduce el riesgo al distribuir las inversiones en diferentes clases de activos. Por ejemplo, una cartera diversificada puede incluir acciones de empresas tecnológicas, bonos del gobierno, y fondos de inversión en bienes raíces. De esta forma, si uno de los sectores en los que se invierte tiene un mal rendimiento, las pérdidas pueden compensarse con las ganancias obtenidas en otros sectores.

Las carteras de inversión pueden ser gestionadas activamente, donde un gestor o el propio inversor toma decisiones de compra y venta de activos regularmente, o de manera pasiva, siguiendo índices del mercado como el S&P 500. La estrategia de inversión dependerá de los objetivos financieros, el horizonte temporal y el perfil de riesgo del inversor. Es importante revisar y ajustar periódicamente la cartera para asegurarse de que sigue alineada con los objetivos financieros a largo plazo.